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martes, 4 de febrero de 2014

LA ROPA DEL SANTERO

Al llegar los negros a Cuba, se les prohibió el uso de cualquier elemento que les recordara su procedencia, ya que consideraban que estos elementos los atarían a su grupo social. Muchos de ellos llegaron prácticamente desnudos. Fue en el  puerto de La Habana, o en los ingenios donde eran comprados, donde se les proveía de alguna prenda para cubrirse.
Se les prohibió el uso del traje típico. El amo blanco les impuso una nueva forma de vestir, muy diferente a la de el, pero siguiendo los patrones de la moda europea. La ropa, al igual que su alimentación, era totalmente controlada por el amo. De esta forma se buscaba borrar toda forma de identidad con su tierra de origen.
Los negros recibían dos o tres dotaciones de ropa a lo largo del año. Esta ropa variaba de acuerdo al lugar donde trabajara. Se hacia una diferenciación entre los trabajadores de los ingenios y los que se desempeñaban como sirvientes en las casas de los amos.
Durante el siglo XVI y XVII , la ropa que se les entregaba a los esclavos era confeccionada de dos telas. Una de ellas era conocida como linón, especie de lino blanco; la otra llevaba por nombre bayetas, similar a la tela de paño.
Muchos esclavos  y esclavas fueron incorporando a su  indumentaria trajes de segunda mano provistos por sus patronos. Estas prendas eran guardadas para ocasiones  especiales como, por ejemplo, asistir a misa los domingos y las fiestas tradicionales de la época.
Con el transcurrir del tiempo, los esclavos y sus descendientes fueron apartándose  de su vestimenta tradicional africana, que sólo usaban en rituales religiosos y en las celebraciones como el dia de reyes, el 6 de Enero. Las festividades católicas, así como los cabildos, tuvieron una enorme influencia en la indumentaria que más adelante se emplearía  por todos los practicantes  de la religión Yoruba. Ahí se ofrecía  socorro mutuo a los esclavos y sus descendientes.
La participación en ellos permitió perpetuar  sus tradiciones africanas, cantos, rezos y costumbres que,  de no ser por ellos, habrían quedado en el olvido.
Una de estas tradiciones fue la de nombrar un rey o Reina dentro del mismo, recordando a los reyes africanos. Estos personajes de importancia extrema en los cabildos, adoptaron como vestimenta trajes confeccionados con telas europeas y la indumentaria de los reyes occidentales. Eran trajes abultados, largos, con encajes, corona. Los  trajes iban acompañados por collares y busuteria de la época.
Quienes participaban dentro de estas instituciones, tenían la libertad de usar ciertos atuendos que evocaban los tradicionales africanos. Uno de ellos es el gorro, por lo general  adornado con caracoles, plumas y otros elementos que les recordaban a la añorada África.
Tanto los negros vinculados a los cabildos, como los que no participaban en ellos, fueron, con el paso del año, desarrollando una estética al vestir, basada en la exageración de la moda europea. El concepto de moda para ellos consistía en la exageración de las mismas.
En el caso de las mujeres, en el uso de aretes, cintas, encajes, flecos; en el caso de los hombres, en el uso de casacas con cuellos grandes, mangas abultadas y pantalones de pintas de colores muy llamativos.
Luego de la abolición de la esclavitud, en el siglo XIX, los negros de la nación, así como los criollos, perdieron su contacto con África. Por eso, se vieron en la necesidad de adoptar muchos de los elementos de su cultura a las normas establecidas por su nueva realidad de hombres libres.
EL RITUALISMO DE LOS COLORES.
El uso de los colores, asociados a los Santos católicos y el proceso de sincronización, influyó en la forma de vestir  de los esclavos y su descendencia, así como la forma en que se adornaban los santos africanos, a los cuales, en muchos casos, se les hacían tallas de madera para representarlos.
Se hizo frecuente el uso del blanco vinculado a Obatalá; el rojo y blanco a Shangó que se asociaba con santa Barbara; el azul con Yemayá, por la virgen de la Regla; el amarillo a Oshún; el marrón vinculado a la Virgen del Carmen, de ahí que a este color muchos cubanos le digan carmelita.
EL BLANCO EN EL YAWORAJE.
Entre los siglos XVI y XVIII, los esclavos y sus descendientes tenían pocas posibilidades de adquirir sus propios vestuarios, dependían de una provisión otorgada por el amo que les era entregada dos o tres veces al año. En esta indumentaria estaba muy presente el color blanco, debido a que las camisas de hombre y los vestidos, faldas o blusas de mujer, estaban confeccionados en una tela conocida como linón (especie de lino). De ahí se derivó la costumbre y frecuencia del color blanco en la vestimenta de los negros.
El blanco resultaba además cómodo y fresco, debido al clima de la época EN EL NUEVO CONTINENTE. Algunos investigadores señalan que para mediados del siglo XIX, se comienza a ver “devotas” o hijas de Santo (Iyawos), vestidas con trajes de color de sus Orishas.
Es así como las hijas de Obatala se vestirían de blanco total; las de Yemaya de azul, y así sucesivamente. Pero esta costumbre resulto poco practica para a religión debido a que existían colores como el marrón que eran casi de uso exclusivo de las blancas peninsulares y criollas. Por eso, se fue perdiendo la costumbre de usar colores  diferentes al blanco para identificarse como devota o hija de Santo.
Cuando se instituye la Regla de Ocha, y se busca la unificación de los procedimientos rituales para la práctica de la religión, se decide que las personas iniciadas, sean hombres o mujeres debían vestirse de blanco total. Así surge el empleo del blanco luego de la consagración o Kariosha.
Debemos estar muy claros que el Yaworaje es una creación estricta de la diáspora cubana, no tiene ninguna vinculación con el culto a los Orishas, tal y como se practica en África. Es por eso que debemos, en la actualidad, defender nuestras tradiciones de la Regla de Ocha, ya que representan la resistencia que los valerosos negros esclavos, que pelearon durante más de dos siglos para afianzar sus tradiciones religiosas y legárnosla.
LOS TRAJES DE CORONACION.
El consagrarse en el culto a un Orisha en tierras Cubanas pasó por diferentes etapas. Primero, la ceremonia era recibir solo a Elegguá y al Ángel de la Guarda, lo cual se conocía  como Santo parado, hasta llegar a la Regla de Ocha que unificó los procedimientos.
En ambos momentos históricos, la consagración tenía una connotación especial para quien la realizaba, por lo que era de gran importancia lucir bien. La iniciación era un orgullo para quien se iniciaba, reafirmaba su amor por el Orisha y reafirmaba su identidad africana. Daba un sentido  de pertenencia a los orígenes.
Se fue haciendo costumbre que, posterior a la realización del Kariosha, se diera un día de descanso, donde otros religiosos pudieran  expresar al recién iniciado su respeto y admiración. Se procura usar para ese día las mejores  prendas que se tuvieran, muchas de ellas heredadas del amo blanco u otras confeccionadas con telas europeas, y de acuerdo al color del Orisha asentado. Surgen así los trajes de coronación.
Al nuevo iniciado se le considera un rey. Por eso, es que se adopta la corona occidental, que significa realeza. Este elemento es de influencia española. Debemos recordar  que fue Cuba la última Colonia  española en adquirir su independencia.
Los trajes usados  por los practicantes de la Regla de Ocha son propios de ella. Es un elemento originario de nuestra religión, tal y como se concibió en Cuba. Son una hermosa forma de manifestar  nuestro orgullo por iniciarnos, una forma de rendir moforibale a nuestros  Orishas. Defendamos nuestra Regla de Ocha. No permitamos que nuestras tradiciones  se pierdan.
Hacerlo es negar la historia y resistencia de los esclavos que con su fuerza, inteligencia y persistencia nos legaron esta maravillosa religión.



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