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miércoles, 26 de febrero de 2014

EL CERETON, ESPIRITU VENEZOLANO

El Ceretón es el espíritu venezolano por excelencia: un duende “sobador”. Una criatura diminuta que se encuentra comúnmente entre Lara y Falcón y persigue con susurros y rascabucheos a las muchachas bonitas.
Muchas personas de Falcón, especialmente de los pueblos de la sierra, tienen anécdotas sobre el ceretón, un personaje que persigue mujeres, se hace invisible y acaba con cualquier familia cuando se lo propone.
El escritor Luis Romero Sierralta cuenta en su libro Ceretón cómo existe todavía en Pueblo Nuevo, de la península de Paraguaná, la casa cerrada, y nadie se atreve a abrirla, en donde hace tiempo mandaba un ceretón.
Según creencias muy viejas, el ceretón es un duende muy especial, pues no se trata de un aparecido, o un brujo, quien hace pacto con el maligno y logra hacerse invisible para cometer fechorías. El pacto se consagra con la prueba del espejo. El sujeto si desea iniciarse se reúne con otros ceretones y sacrifica un gato. Va colocando después debajo de la lengua cada uno de los huesos, hasta que localiza el huesito mágico que al entrar en contacto con la lengua lo convierte en invisible. Es entonces cuando, al desaparecer la imagen del espejo, se despoja de la ropa, hace con ella un bojote, que generalmente coloca junto a un árbol, y se va a cumplir su misión, que no es otra que ir a la conquista de la mujer que le gusta.
Muchas veces ella lo puede ver en sueños o en determinados momentos, pero lo importante para el extraño galán es hacerse sentir y reducirla por el temor. Comienzan a ocurrir en la casa de la joven extraños fenómenos: los techos son víctimas de un fuego misterioso y, sin embargo, no se queman. Y lo más grave: una lluvia de piedras no deja dormir a nadie, mientras vuelan sillas y mesas.
Pero el ceretón tiene puntos débiles: algunas veces su poder en una sola casa dura seis días y después de un lapso de inactividad reaparece. El invisible tiene que ir a buscar su ropa al mismo sitio donde la dejó, por eso en Falcón muchos jóvenes han sido víctimas de policías que al ver un bojote de ropas en el monte se la llevan y la meten en un calabozo, con la esperanza de que el ceretón entre en la celda y después no pueda salir.
Se habla de muchachos desnudos en caseríos de Coro que han tenido que esperar la noche para salir corriendo hasta la casa con una mano adelante y la otra atrás porque les escondieron la ropa cuando se bañaban en el río, pensando que eran ceretones.
Esa creencia sigue tan extendida que mucha gente en tiempos de la guerrilla sostenía que Douglas Bravo era ceretón, pues desaparecía y nunca lo detenían. Lo mismo decían del general Rafael Simón Urbina, cuando Gómez.
Los ceretones son duendes que no lo son y espíritus burlones de aquí, no del más allá, pues están vivitos y coleando.
En otras regiones se dice que la invisibilidad la logra el ceretón masticando los huesitos del ‘aguaitacamino’, pájaro al que entierra vivo. Hombres locos de amor se vuelven siempre ceretones. Ellos cubren su cuerpo de cera, pues si alguien persigue la sombra y pretende agarrarlos, escapan fácilmente.
Generalmente las piedras con las que el ceretón ataca las casas de sus víctimas llegan misteriosamente y desaparecen del mismo modo



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